Healthumana,
la apuesta por un gran sueño
La angustia de no llegar a fin de mes llevó a Iván Umaña a jugarse la suerte. No conocía el sector salud, pero encontró una oportunidad de negocio importando sillas de ruedas y prótesis. Hoy importa grandes europeas, tiene una marca propia fabricación nacional y apoya a más de 30 fundaciones en el país.
Iván Umaña tenía una carrera dentro del mundo corporativo que cualquiera hubiera envidiado. Buen cargo, buen sueldo, estabilidad profesional. Sin embargo, las cuentas por pagar siempre superaban los ingresos. “No importaba qué hiciera, nunca alcanzaba. Estaba desesperado”, recuerda. Iván, hombre de fe, se arrodilló ante Dios y le pidió un cambio de vida. Quería poder trabajar en una empresa que no solo le diera la libertad y tranquilidad financiera que estaba buscando, sin vivir siempre al límite, sino que le permitiera ayudar a otros.
Aunque por momentos las fuerzas flaquearon y los problemas parecían ahogar los sueños; Dios no lo abandonó y puso en su camino la oportunidad de vender elementos de salud. Él no sabía nada del sector, pero sí tenía experiencia buscando proveedores internacionales y lanzando productos, así que se armó de valor y creó Healthumana: una empresa dedicada a la importación, comercialización y fabricación de sillas de ruedas, prótesis de miembros inferiores y superiores y línea blanda. Pero que también brinda apoyo a más de 30 fundaciones de niños en Colombia, a las cuales ha donado más de 7.000 productos y les presta servicio de mantenimiento para las sillas de ruedas y prótesis en mal estado.
Todo esto, por supuesto, no lo hizo solo. Contó con varios leales compañeros de batalla. La primera, sin duda, Ana María Lamoroux, esposa de Iván, hoy directora administrativa y financiera de Healthumana, pero sobre todas las cosas la mujer que creyó en él y lo animó a cometer todas las locuras. A la sociedad también se unió Felipe Lamoroux, hermano de Ana María. Otro aliado invaluable fue Bancolombia, la entidad donde abrieron, con muy poco capital, la primera cuenta bancaria de la empresa y la que ha estado firme cada vez que han necesitado un préstamo para seguir creciendo.
"Incluso, el banco nos ha echado la mano cuando trabajábamos con las uñas”, dice Ana María. Han pasado nueve años desde que Iván y Ana María se metieron en el negocio de las sillas de ruedas sin saber nada del sector. Vendieron el carro, hipotecaron la casa y se jugaron la suerte con un pedido enorme a un proveedor europeo. Debido a la inexperiencia, por poco lo pierden todo, pero no se dieron por vencidos. Pidieron asesorías y consiguieron las certificaciones que requerían para hacer posible el negocio. Y hoy la historia los recompensa: importan varias marcas europeas, crearon una marca propia de producción nacional, han abierto mercado en varios países de América Latina y, lo mejor, han podido llevar a cabo una importante labor social, que ha sido desde siempre el motor de sus vidas.