Ragobe,
la magia de la artesanía Tuchín
Alexandra Ortiz teje y comercializa caña de flecha junto a 30 familias del resguardo indígena de Tuchín, en Córdoba. Gracias a la empresa que creó, sus artesanías hoy tienen la visibilidad que se merecen. Y los artesanos, la tranquilidad de un trabajo rentable que honra su herencia ancestral.
Familia que trabaja unida, logra grandes cosas. Eso lo tienen claro, Alexandra Ortiz y los suyos, quienes llevan construyendo juntos la empresa Ragobe Artesanías desde hace 40 años. A través de sus productos divulgan y apoyan a los artesanos que las fabrican.
Esta diseñadora gráfica, que hace parte del resguardo indígena de Tuchín, en el departamento de Córdoba, resume en dos palabras el orgulloso sentimiento que tiene sobre el trabajo que realizan: “trenzamos futuro”. Una paciente labor basada en la idea de no dejar morir su cultura dando a conocer la magia de los tejidos con caña flecha, inspirados en la naturaleza y en las historias de su pueblo que se transmiten de generación en generación.
Alexandra empezó la exhibición en un pequeño espacio de su casa, pero pronto comprendió que necesitaba uno más grande para poder presentar todos los artículos: carteras, billeteras, zapatos, sombreros, lapiceros, portavasos, entre muchos más. Fue entonces cuando decidió recurrir a un crédito de Bancolombia para conseguir materias primas, comprar mercancía, pagar empleados y conseguir otro lugar para darles a los productos de más de 30 familias del resguardo la visibilidad que se merecen.
Con esa iniciativa no sólo les han podido dar trabajo a los artesanos, también les entregan el material para la elaboración de diferentes objetos o les compran los que producen.
De todas las artesanías, sin lugar a dudas, su producto estrella es el sombrero vueltiao, el mismo que ha sido catalogado como patrimonio y símbolo cultural de la Nación. Por eso, su papá y sus hermanos compran diariamente a diferentes productores una buena cantidad de sombreros que comercializan en ferias de otras ciudades y municipios.
Mientras conversa, Alexandra recuerda con emoción un hecho que no solo dejó muy en alto a su región, sino que sirvió para darle trabajo, durante tres meses, a 200 familias más. Con voz alta y eufórica relata como, en un diciembre, junto a todos esos consagrados artesanos hicieron el primer árbol navideño de 17 metros de altura con la versátil caña flecha, para un centro comercial en Sincelejo.
Por eso, siente que tiene el mejor trabajo del mundo: junto a su familia entrega artesanías rodeadas de historia y de las ilusiones de los miembros de la comunidad Tuchín para que su herencia ancestral sea conocida en el mundo entero.
Poco a poco lo están logrando, tejiendo su legado y educando a otras culturas sobre lo que son y lo que hacen. Es por eso que, tres veces al año, reciben a niños y adolescentes de colegios en varias ciudades del país, para que se impregnen del hechizo de las artesanías y sus artesanos.