Un vuelo de dieciocho horas, cuatro infecciones de coronavirus
The New York Times Company21-01-22021
Los millones de pasajeros de las aerolíneas que viajaron durante las vacaciones experimentaron de primera mano las inquietantes incertidumbres que conlleva volar durante una pandemia. Las miradas ansiosas. El incómodo semidistanciamiento. La manera descuidada de usar cubrebocas y la ausencia del servicio regular.
A fin de tranquilizar a los usuarios, las aerolíneas han actualizado y ajustado sus requisitos para los viajeros, con resultados desiguales. Algunas aerolíneas se esfuerzan por mantener la distancia social, tanto en la puerta como en el abordaje; otras son menos cuidadosas. El uso de cubrebocas depende del cumplimiento por parte de los pasajeros, el cual no es previsible; tampoco lo es, cada vez más, la capacidad de los vuelos, que puede oscilar entre el 20 por ciento y casi el 100 por ciento.
Dadas las variables, a los especialistas en enfermedades infecciosas les ha resultado difícil determinar los riesgos de volar. Sin embargo, un estudio publicado el miércoles proporciona cierta claridad.
Después de que un vuelo de dieciocho horas desde Dubái aterrizó en Auckland, Nueva Zelanda, en septiembre, las autoridades sanitarias locales descubrieron pruebas de un brote que muy probablemente haya ocurrido durante el viaje. Utilizando mapas de asientos y análisis genéticos, el nuevo estudio determinó que un pasajero inició una cadena de infección que se propagó a otros cuatro en el camino.
Las investigaciones anteriores sobre aparentes brotes durante vuelos se enfocaron en los vuelos que se llevaron a cabo la primavera pasada, cuando pocos viajeros usaban cubrebocas, los aviones funcionaban casi a plena capacidad y no se comprendía en general el valor de las medidas preventivas. El nuevo informe, de un vuelo prácticamente vacío en otoño, detalla lo que puede suceder aun cuando las aerolíneas y los pasajeros están conscientes y son más cautelosos con los riesgos.
Según los expertos, los resultados ofrecen una clara advertencia tanto a las aerolíneas como a los pasajeros.
“El mensaje clave aquí es que hay que tener múltiples capas de prevención: exigir pruebas antes de abordar, distanciamiento social durante el vuelo y el uso de cubrebocas”, dijo Abraar Karan, médico internista del Hospital Brigham y de Mujeres y de la Escuela de Medicina de Harvard que no fue parte del equipo del estudio. “Todas esas cosas salieron mal de diferentes maneras en este vuelo y, si tan solo hubieran hecho pruebas correctamente, esto no habría pasado”.
Las nuevas infecciones fueron detectadas después de que el avión aterrizó en Nueva Zelanda; el país requiere que los viajeros que aterrizan en su territorio estén en cuarentena durante catorce días antes de entrar en la comunidad. El análisis, dirigido por investigadores del Ministerio de Salud de Nueva Zelanda, encontró que siete de los 86 pasajeros a bordo dieron positivo durante su cuarentena y que al menos cuatro se infectaron durante el vuelo. El avión, un Boeing 777-300ER, con una capacidad de casi 400 pasajeros, tenía ocupado solo una cuarta parte de los asientos.
Estos siete pasajeros venían de cinco países, y estaban sentados con una distancia de cuatro filas entre sí durante las dieciocho horas que duró el vuelo. Dos reconocieron que no llevaban cubrebocas, y la aerolínea no requirió su uso en la sala antes de abordar. Tampoco exigió pruebas antes del vuelo, aunque en los días anteriores al abordaje cinco de los siete pasajeros que posteriormente dieron positivo sí se habían sometido a una prueba, y recibieron resultados negativos.
Las versiones del coronavirus que los siete portaban eran prácticamente idénticas en términos genéticos, lo que sugiere sin duda que una persona de entre ellos inició el brote. Esa persona, a la que el informe llama Pasajero A, de hecho había dado negativo cuatro o cinco días antes de abordar, según descubrieron los investigadores.
“Cuatro o cinco días es mucho tiempo”, dijo Karan. “Lo ideal sería pedir los resultados de las pruebas rápidas hechas horas antes del vuelo”.
Incluso los vuelos restrictivos “libres de COVID”, reservaciones internacionales que exigen un resultado negativo para abordar, dan a la gente un día o dos antes del despegue para hacerse la prueba.
Los hallazgos no son definitivos, advirtieron los autores, dirigidos por Tara Swadi, asesora del Ministerio de Salud de Nueva Zelanda. Pero los resultados “subrayan el valor de considerar a todos los pasajeros internacionales que llegan a Nueva Zelanda como posiblemente infectados, incluso si se realizaron pruebas antes de la salida, se siguió el distanciamiento y el espaciamiento social, y se utilizó equipo de protección personal durante el vuelo”, concluyeron los investigadores.
En estudios anteriores sobre el riesgo de infección durante los viajes aéreos no se cuantificó claramente el riesgo, y se cree que los sistemas de filtración a bordo de los aviones reducen el riesgo de infección entre los pasajeros aun cuando un vuelo incluye una o más personas infectadas. No obstante, al menos dos informes recientes sugieren que los brotes a bordo son un riesgo: uno de un vuelo de Boston a Hong Kong en marzo; el otro de un vuelo de Londres a Hanói, Vietnam, también en marzo.
En el vuelo de Hong Kong, el análisis sugirió que dos pasajeros que embarcaron en Boston infectaron a dos auxiliares de vuelo. En el vuelo de Hanói, los investigadores descubrieron que doce de las dieciséis personas que dieron positivo más tarde estaban sentadas en la clase ejecutiva, y que la proximidad a la persona infectada predecía fuertemente el riesgo de infección.
Las políticas de las aerolíneas varían mucho, dependiendo del vuelo y de la aerolínea. Durante los primeros meses de la pandemia, la mayoría de las aerolíneas estadounidenses tenían una política de bloquear los asientos, o permitir a los pasajeros reprogramar si un vuelo estaba casi lleno en un 70 por ciento. Pero para las festividades, esas políticas fueron eliminadas en gran parte, dijo Scott Mayerowitz, editor ejecutivo de The Points Guy, un sitio web que da cobertura a la industria.
Todas las aerolíneas tienen una política de uso de cubrebocas, para los pasajeros y la tripulación, aunque los pasajeros no siempre cumplen con las disposiciones.
“Incluso antes de la pandemia, los pasajeros no siempre eran los mejores para seguir las reglas en los aviones”, comentó Mayerowitz. “Algo en los viajes aéreos saca a relucir lo peor de la gente, ya sea que se peleen por los asientos reclinados, o por el espacio de los compartimientos superiores, o por usar un cubrebocas correctamente”.
Los controles de temperatura son poco comunes y no son tan confiables como un indicador de infección. Y las pruebas de coronavirus no son necesarias para el embarque, al menos en los vuelos nacionales. Algunos vuelos internacionales son “sometidos a la prueba de COVID”: para volar de Nueva York a Roma en Alitalia, por ejemplo, los pasajeros deben haber recibido un resultado negativo en las 48 horas antes del abordaje. Se vuelven a hacer las pruebas al llegar a Roma.
Karan dijo que, a menos que se apliquen todas las medidas preventivas, habrá cierto riesgo de infección en casi todos los vuelos.
“Es sorprendente y no es sorprendente que se produzca un brote en un vuelo de dieciocho horas”, dijo Karan. “Es más que probable que más de esas dos personas se hayan quitado el cubrebocas en algún momento”, y cada uno de esos lapsos aumenta las probabilidades de propagación.
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